miércoles, 12 de agosto de 2015

REPORTAJE - PIÓN/COLÓN/BOHÓRQUEZ

REPORTAJE multimedia

Grafiti, del muro a la academia

Las ‘pintadas’ se han especializado para luchar contra la represión, la ignorancia y la falta de espacios.

Grafiti favorito de Bluny - Puente Roman

Cartagena. ‘Bluny’ mira la pared blanca y trata de imaginar el boceto que segundos antes plasmó en un papel. Toma el aerosol y lanza el primer trazo qué formará una B, no teme que la Policía pueda detenerlo. Ha olvidado dormir. Las noches son el momento ideal para “grafitear”. Su situación, al igual que la del movimiento urbano, se ha transformado, pero está lejos de ser el ideal que pretende. “La cosa ha cambiado un poco, hemos ido ganando espacio en Cartagena pero todavía la gente nos relaciona con grupos satánicos y delincuentes” dice Rafael Bloom Buelvas o ‘Bluny’.

Video: Qué es el grafiti
 Bluny tiene 29 años y “grafitea” desde 2005. Ha dejado las calles, estudia diseño industrial y trabaja como diseñador de interiores. Llama “lento”  al proceso de aceptación del movimiento urbano, lo que se hace evidente en “la falta de apoyo de entidades públicas, la ignorancia de la sociedad y la represión de la policía”.
Carlos Carmona, arquitecto y docente en la Escuela Superior de Bellas Artes, justifica esta “migración” hacia la profesionalización y los trabajos por encargo con la “necesidad de aceptación” y la “ruptura con la idea que tiene la gente de los grafiteros”. Cuenta que hace 15 años estudia “el movimiento urbano” y considera que en muchos aspectos ha “crecido esta manifestación cultural”.

El docente afirma que los 80 fueron la época más complicada, “cuando hacer un grafiti era hacer un acto casi criminal”; en los 90 “la sociedad comienza a aceptarlo como forma de arte y los jóvenes hacen ilustraciones más acabadas”. Carmona explica que las comunidades de esa sociedad se identificaron con la manifestación y la defendían,  “empezaron a controlar la policía, a vigilarlos y a exigirle que detuvieran las represalias contra los artistas”

‘Bluny’ no cree que esa época de represión haya terminado. Relata que en 2013 fue “brutalmente golpeado” por la Policía. “Dos meses antes de que me atacaran, hice un grafiti en Crespo (barrio al norte de Cartagena). Dos policías lo acosaron hasta capturarlo. “Fue un operativo como si fuera el peor de los delincuentes, como si fuera Pablo Escobar”, dice entre risas, aunque el rostro luego se le endurece, “en la estación me estaban esperando siete policías para golpearme”.

Rafael Escallón, asesor del IPPC en políticas culturales, explica que “la gente confunde falta con delito. El grafiti no es un delito. No existe una reglamentación especifica en el Distrito, pero hay espacios dispuestos para la actividad y nadie puede hacerlo arbitrariamente”.

Video: Ruta del grafiti - Calle del pedregal

Carmona asegura que como el caso ‘Bluny’ ha habido muchos  “pero nunca hubo cubrimiento de medios y muchos jóvenes tuvieron que soportar el abuso en silencio”. Según él, eso explica que muchos grafiteros en la ciudad “sean reservados a la hora de mostrarse, porque ellos sienten que hay una persecución”. Indica que en Cartagena no existe una ley que prohíba “los gráficos en fachadas de edificios u obras civiles urbanas, consideradas espacio público”.



La administración Distrital se muestra desorientada.  Al consultar a la Secretaría de Espacios Públicos remitió el asunto a la Secretaría del Interior, quienes aclararon que es, nuevamente, Espacios Públicos quienes trabajan el tema, y luego sugirieron que se podría obtener información en otras dependencias. Lo que hace ver que no hay una entidad que regule esta actividad. Explica Carmona que es precisamente “el vacío de la norma lo que generó que muchas veces la Policía tomara como una afrenta lo que consideraban éticamente incorrecto, y los grafiteros por lo general se han convertido en sus víctimas, es por eso que se han volcado a la universidad”.

Grafiti tipo personaje - Calle Larga, Getsemaní










Este giro ha resultado beneficioso para “artistas urbanos” como ‘Bluny’. Mejorar su técnica con los estudios y entender teorías del color y la composición ha expandido su oferta laboral. “He ‘pintado’ discotecas, casas y tiendas de ropa urbana. Me van a pagar 4.200.000 pesos por el diseño de una discoteca que se llama La Fábrica Vallenata”, señala. Cobra alrededor de $150.000 por metro cuadrado, la tarifa depende de la complejidad del diseño.

Grafiti participante del Festival Internacional de arte urbano (2013)
Calle Larga, Getsemaní
La transición no se ha completado. Todavía queda esa parte primitiva, esa necesidad de regresar cada tanto a la pared clandestinamente. Por eso tienen una página privada en Facebook, donde otros jóvenes, con el mismo deseo de ‘Bluny’, pactan para hacer ‘pintadas’ y retomar las paredes de Cartagena. “Aún hay miedo y por eso salimos en grupo, para que la Policía nos deje tranquilos”. 




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