“Como
volar en el agua: sumergirse es una experiencia vital”
Isabel Cristina Giraldo es instructora de buceo y dueña de una de las empresas especializadas
en el tema más prósperas de Cartagena
Isabel en las profundidades. |
El local de la instructora de buceo Isabel Cristina Giraldo
en el barrio de San Diego, Cartagena Divers, es también un depósito de equipos
y el hogar que comparte con su marido, Alberto, que se dedica a lo mismo. Cuando
un invitado o un potencial cliente llega hasta acá es recibido por Tiberio y
Mauricio. Es decir, sus dos perros que adoran el mar y son dos celebridades en
el universo del buceo: la foto en la que se los ve con máscara y snorkel listos
para sumergirse ha sido publicada -presentada como curiosidad- por una de
las revistas más reconocidas sobre el tema, la española Inmersión. Esa foto se encuentra colgada en el sitio más visible
del local decorado con escafandras de bronce, timones de tamaño real y corales de
plástico.
Mauricio y Tiberio listos para sumergirse. |
Cuando Isabel llega besa en la boca a uno de sus
perros y se sirve el desayuno que una de sus cuatro empleadas le ha dejado
preparado. Hace esta pausa entre un grupo de turistas y siguiente. Está despierta
desde las cuatro de la mañana porque suele tener el primer grupo a las 6. A las
10 tiene otro “y luego ya no paro hasta las 6 de la tarde. Es un ritmo que se
mantiene todo el año. La demanda es enorme y en Cartagena no hay tantos
instructores de buceo profesionales. Te puedes encontrar con algún pelado que
te invite a bucear. Pero no sabes si tiene certificación, si cumple las normas
de seguridad, si tiene buenos equipos. Vas a ahorrar dinero, pero es un riesgo”.
Cuando habla de ahorrar, se refiere a que quienes lo hacen sin certificación
cobran la mitad que ella. Los precios de sus cursos van desde un “bautismo”
(primera inmersión) de 500 dólares hasta uno avanzado de 900 dólares. “Aquí el
buceo es buen negocio. Pero no abusamos. No le cobramos más a los extranjeros,
como hacen otros”.
Isabel es de Medellín. Tuvo su primer contacto con
el buceo en 1991, a los 17 años, en una piscina, que es lo que se acostumbra para
las primeras prácticas, cuando no hay acceso al mar. Hace 12 años se mudó a
Cartagena para sumergirse a diario: “Es mi forma de desconectarme. Como volar
pero en el agua. Apta para todas las edades y mucho más seguro de lo que cree la gente. Estar en las profundidades es una experiencia vital, distinta a todo, que
todos deberían tener”. En Cartagena empezó como instructora para principiantes
y, entre sumergida y sumergida, “fui profundizando, subiendo niveles, que se
ganan con horas abajo del agua. El primer curso es el Open Water. Le siguen el
Advanced, el Rescue (primeros auxilios), el Master, el Assistant Instructor, a
partir de allí se te considera profesional”. Su negocio es una franquicia de
una empresa norteamericana. ¿Será por eso que Isabel se refiere a los nombres
de los cursos en inglés y corrige si en la conversación alguien los traduce? “Usamos
los nombres como en Estados Unidos. Inspira confianza. Como el 80 % de nuestros
clientes son norteamericanos o europeos, es más fácil decirles el nombre en
inglés que ponerse a explicar”.
Por las altas temperaturas del agua, entre 24 y 28
grados, en Cartagena no se encuentran grandes animales en el océano, sólo peces
y corales. “Aquí lo más recomendable son islas del Rosario, Barú, el archipiélago
de San Bernardo. En el Pacífico y en zonas más altas del Caribe hay más animales”.
Lo mejor, dice, es el efecto sorpresa: “es imposible saber qué te vas a
encontrar ahí abajo”. Cada día es distinto, aunque uno se sumerja exactamente
en el mismo sitio. “Con un poco de suerte ves pulpos, rayas, tortugas, caballitos
de mar. He visto muchos tiburones en otras partes. Pero en Cartagena a lo sumo,
un tiburón nodriza”. Se refiere a una especie de hasta cuatro metros de largo. “Intimida
porque es grande, pero he estado cara a cara con él y es inofensivo.” Los
novatos se alteran con semejante presencia: “Ataques de pánico y las reacciones
de miedo más vergonzosas... El peligro no es el animal en sí, sino el pánico al
verlo”. Antes de pagar por un curso, la pregunta obligada del turista es si hay
chances de encontrarse con uno: “Les decimos que no porque es muy difícil hacerles
entender que es un animal como cualquiera. No ataca si no es atacado.” Isabel
jura que ningún tiburón es peligroso, lo que pasa es que “la película Tiburón nos ha hecho mucho daño”.
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