viernes, 7 de agosto de 2015

Reportaje 2.0 - Aida Polo






Vivir a punta de tijerita

 

Las peluquerías modernas reemplazan el tradicional oficio del barbero. A pesar del paso de los años la barbería Ralf se resiste a desaparecer entre hoteles, restaurantes y lujos que se adueñan del Centro Histórico de Cartagena.


Orlando atendiendo a un cliente


Pasa el mes y puede que el almacén de al lado se transforme en otra cosa, que el restaurante de la esquina ofrezca cerdo en vez de pescado o que la iglesia de enfrente cambie de párroco, pero en la calle del Arzobispado la Barberia Ralf permanece intacta.

El tiempo no le pasa. Las silletas datan de más un siglo y la escenografía es la misma de hace 65 años: 4 barberos en camaradería con los clientes del momento. Cada barbero tiene marcado con el nombre su espejo: un camerino donde se encuentran las tijeras, rasuradoras eléctricas, navajas, peinillas, agua, alcohol y la infaltable crema blanca para rasurar.

Las bolas de pelo se acumulan en el piso. Sobre las paredes cuelgan fotos de Jaime Cordero de 46 años con cantantes “Soy barbero y también cantante y percusionista de salsa, merengue, son cubano”. Pero de lunes a domingo, de 7:00 am a 7:00 pm, es un barbero que de vez en cuando zapatea uno que otro son musical mientras corta el cabello.

“Vienen de todas las edades” dice Jaime, y aunque en el lugar abundan clientes de cabelleras blancas
 resalta una cara juvenil “Soy italiano” cuenta Oreste Giacché de 23 años “Tengo 15 minutos de conocerlos. Un amigo me recomendó el lugar y vine aquí”. Giacché dice que en Italia aunque es tradicional son pocos quienes asisten a las barberías por preferir peluquerías. “También hay muchas maquinas para afeitarse pero yo no puedo hacerlo solo y prefiero ir a una barbería”

Anteriormente en el Centro Histórico se concentraba las principales actividades de la ciudad. Con el crecimiento demográfico Cartagena se expandió a la vez que emblemáticos sitios del Centro desaparecieron. “Existían varias barberías, por ejemplo la de la calle del Cuartel, la barberia Jaramillo y Buelvas, dos en el parque Bolívar, una en la Segunda de Badillo en San Diego, otra en la calle Santo Domingo, dos frente al Teatro Cartagena, en el antiguo Club Cartagena había otra y estaba la Barberia Francesa frente al Banco Popular” rememora Manuel Cordero de 77 años, quien dirige el local y es uno de los pocos barberos que aún resiste en el Centro Histórico.

La barbería Jaramillo era junto la barberia Ralf las únicas que habían sobrevivido. “Yo llevo aquí 3 años- cuenta Orlando Ortega de 69 años- pero yo estaba en otra que se acabó y duré 43 años. Era la Barberia Jaramillo. Se acabó porque nos quitaron el local y cada quien cogió por su lado”. El metro cuadrado en el Centro Histórico de Cartagena con el de Bogotá son los más caros del país con un precio alrededor de 12 millones de pesos. “El precio del arriendo es de 1’800.000- cuenta Manuel -uno está luchando con los precios de esa vaina que cada día va para arriba y ahora en esta época más porque estas comprando y están haciendo salir a la gente”.

Los servicios van desde un tradicional corte, una afeitada hasta dibujar rostros en el cabello con las tijeras. Por lo general un barbero de Ralf puede realizar entre 20 a 30 servicios diarios con una duración aproximada de 15 a 20 minutos. Todo cuesta 10 mil pesos a menos que sea un pedido especial. “Si se sube más el precio es peor porque el cliente que tiene bajo sueldo no puede” agrega Manuel.

En barrios populares de Cartagena, por el contrario, las barberías han proliferado. Son puestos improvisados dentro de las terrazas de las casas o en un rincón con el suficiente espacio para una silla de peluquería y un espejo. El servicio cuesta alrededor de 5 mil pesos. “Me hago 100 mil pesos diarios” dice Royman José Cano, barbero del barrio Zaragocilla. “Sí se puede vivir de peluquear…el problema es la delincuencia, las vacunas (extorsiones) y todo eso”. Aunque Royman no debe pagar  arriendo, ni tampoco convive con una excesiva valorización de su residencia, convive a diario con el fleteo, problema que no ocurre en el Centro Histórico por ser un lugar custodiado.  Hace dos meses intentaron robarle y, casualmente, en la fila de espera se encontraba un policia vestido de civil que disparó contra el delicuente. Royman, su familia y los clientes salieron ilesos.

A pesar de las dificultades, mientras la carcajada irrumpe en la barbería de Royman por algún chiste, en la Ralf la salsa suena. Jaime usa una piedra volcánica como antiséptico para terminar con un corte, Orlando le corta las puntas a una mujer y Manuel piensa en voz alta “No creo que dure un año más en esto. Yo tengo doble 7. Ya qué más. Hasta aquí llegué”.





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