miércoles, 12 de agosto de 2015

Reportaje - Arturo y Piedrahita

-Reportaje-

Se agota el tiempo en la Ciénaga de Las Quintas

Uno de los principales cuerpos de agua de Cartagena está en crisis por la contaminación


En esta bahía del Caribe los pelícanos y las garzas dejaron de pescar y se volvieron carroñeros. Forman un solo grupo con los gallinazos y cuando les arrojan una bolsa de tripas de pescado, empiezan las peleas y los picotazos por un trozo del manjar. La Ciénega de las Quintas es un ecosistema descompuesto, donde la vida se ha trasformado por la contaminación.
Llantas, vasos, bolsas, trozos de cartón, ropa y zapatos viejos forman arrecifes en el fondo de la ciénega. La falta de un servicio eficiente de recolección de basura es la causa principal de contaminación de este cuerpo de agua que está a tres kilómetros de la ciudad amurallada, frente al mercado de Bazurto. Así lo reconoce el Establecimiento Público Ambiental (EPA) en sus diagnósticos.



Las pilas de basura en las orillas de la Ciénega atraen todo tipo de aves.
En el resto de las aguas que rodean a la ciudad la constante es la contaminación: los sedimentos acarreados por el Canal del Dique están rellenando la Bahía de Cartagena y la mancha de lodo se ve en fotografías satelitales; la Ciénega de la Virgen recibía hasta hace tres años el 65% de las aguas negras de la ciudad, lo que dejó de tres a diez metros de basura acumulada en su fondo. Hoy el alcantarillado va a parar a 2,8 kilómetros de la costa, donde las aguas servidas reciben un “tratamiento marino natural para las sustancias domésticas”, según las autoridades. Mandar el caño lejos se presupuestó en 240 millones de dólares.
Los problemas ambientales del agua en Cartagena iniciaron en la época colonial. Los españoles levantaron barreras submarinas para proteger la ciudad de los ataques en buques y continuaron con la construcción del Canal de Dique. Esto modificó el funcionamiento del ecosistema y creó una acumulación de residuos en el fondo de la bahía, que con los años no ha parado de crecer. Hoy, sostiene Álvaro Pión, ingeniero ambiental con más de 20 años de experiencia en el tema, que el crecimiento de la ciudad y el cambio climático son amenazas apremiantes y el colapso ambiental de la bahía es solo cuestión de tiempo.
Las fotografías satelitales de la Bahía de Cartagena permiten
 ver una mancha arenosa saliendo del canal del Dique.
Las Quintas tiene unas 30 hectáreas de tamaño. En una de sus orillas hay mangle rojo y prieto. La basura se enreda en las raíces de las plantas, que normalmente sirven de 'camacuna' a los peces, pero que en éstas condiciones ya no albergan vida. En la otra orilla el crecimiento urbano se está tragando este zona de alimentación y refugio de aves, peces y crustáceos. “Como la ciénaga parece ser insignificante económicamente, la ciudad se desarrolla dándole la espalda a los manglares”, afirma Pión.
El olor espeso y la apariencia fangosa del agua de la ciénega parecen normales para quienes los ven a diario. Los mercaderes de Bazurto hablan de ellos como si no apestaran y en su voz hay una pizca de resistencia a criticar lo suyo. Isabel María lleva 36 de sus 68 años vendiendo cocos. Para ella no hay contaminación. “El agua es buena, es normal. El manglar antes estaba más amplio, pero nadie tira basura a la ciénega y el agua circula hacia el mar normalmente”. Francia Elena, de 62 años, la apoya y asegura que los únicos desperdicios que lo comerciantes arrojan a la ciénega son tripas de pescado. “Los animales tienen hambre y los pescaderos necesitan deshacerse de lo que les sobra del pez, así que se los dan y los pájaros lo limpian. No se echa basura al agua”. 
La Ciénaga está compuesta por un 45% de Manglar, y un 55% de agua contaminada.
Por el costado opuesto al mercado se nota una gran mancha amarilla que es la parte
del manglar derribada para la construcción.

Uno de esos pescaderos es Javier, de 37 años. Ya ni siente el hedor. “Estoy todos los días aquí y no lo percibo, pero si dejo de venir uno, al volver es insoportable”. En los 22 años que lleva trabajando frente a la ciénega no ha visto nunca que alguien ponga un tinaco para la basura. “Por eso la echamos ahí”.

Ninguno de los vendedores se acerca al agua. Los que sí tienen contacto con el caldo de la ciénega son los pescadores. Uno aborda una lancha hecha de cajas viejas de icopor y se va remando rumbo al manglar, otro sumerge la mitad de su cuerpo para enjuagar unos costales y a diez metros de él uno más defeca directo en el lago.

Para hacer frente a la contaminación y sus consecuencias está el EPA. “Tenemos jurisdicción en la parte urbana, en la orilla de las ciénegas; el agua es cosa de Cardique. Eso provoca choques institucionales”, señala el funcionario Uriel Aguilar. El Ministerio de Medio Ambiente y la Agencia Nacional de Licencias Ambientales también tienen velas en el entierro. Aunque hay cuatro instituciones estatales que por ley deben de proteger el manglar, parece que la Ciénaga de las Quintas es tierra de nadie. El plan para paliar los daños es llevar a los comerciantes a otro sitio. Esta historia ya se vivió: hace 40 años la basura anegó las orillas de Getsemaní, antigua sede del mercado. En el 78 lo trasladaron a la ciénega y ahora que la ciudad creció se volverá a mudar. “Es lo que pasó con las aguas negras de Cartagena. Se tiraron por 50 años a la bahía y a la Ciénega de la Virgen. Ahora simplemente se lanzan más lejos, directo en el mar”, apunta el ingeniero Pión. De momento, las autoridades han tenido que cumplir con órdenes judiciales que las ha obligado a limpiar superficialmente las aguas, pero la sedimentación de la basura está intacta en el fondo y según funcionarios del EPA, removerlas hoy podría ser más dañino para el ecosistema. Lo único que está claro para el agua de Cartagena es que la contaminación debe parar, el daño es acumulativo y los sedimentos terminarán por rellenar todas las bahías. Es como un reloj de arena y el tiempo se está terminando.

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