La librería a cielo abierto de Cartagena
El Parque del Centenario, un sitio para comprar, vender, cambiar y encontrar libros
Unos libreros del parque Centenario de Cartagena conservan la tradición del trueque y la compraventa de
libros usados. Gran variedad de títulos,
algunos con apuntes y rayas de otros lectores hechas muchos años antes, o con
sentidas dedicatorias como: “A Juliana, la mujer que me hizo amar las letras”.
Estos libros guardan historias en sus
páginas amarillentas y dobladas más allá de lo que pretendían sus
escritores .
La historia de William Correa o ‘Wicho’, como le dicen al secretario de la
cooperativa de libreros de Cartagena es diferente. “Prácticamente
no leo, leo poco. Usted sabe que en casa de herrero cuchara de palo. De vez en
cuando cojo un libro que me interesa y lo ojeo. Me gustan los libros de
superación personal, porque me identifico con la idea de venir de la nada y
surgir, esos libros siempre te guían en ese camino”.
Los libreros están en el parque Centenario y las calles
de la ciudad amurallada desde hace más de 60 años. En 2008 durante la
alcaldía de Judith
Pinedo, recordada como
"Maríamulata" por los vendedores, se instalaron 29 módulos en los dos costados del parque que están frente a la torre del reloj y ahí se
mantienen hasta ahora. Los compradores más curiosos recorren uno a uno los puestos de libros. Un grupo de niñas con
uniformes de colegio se acerca a un montón de libros y preguntan por García
Márquez, no es la primera vez que compran en el parque. Daniela una de ellas
cuenta: “Siempre vengo acá por que son más baratos y de todas formas uno los
busca es pa’ leer, aunque a veces salen rayados. Una vez me salió un libro que
cada tres páginas decía ‘contarle a Camilo’ y eso me sacaba de la lectura”.
“Con el tiempo hemos perdido muchos clientes, antes se
vendían libros y se alquilaban historietas como Kalimán, Condorito y Memín. Nos
visitaban principalmente los compradores cartageneros”, comenta William sentado
en una esquina del parque bajo la sombra de un árbol con una cerveza a sus
pies, ni siquiera voltea a mirar su puesto de venta, el flujo de
compradores hoy es bastante bajo.
El Ministerio de Cultura en Colombia afirmó en enero que el
índice de lectura per cápita es el más bajo de Suramérica, 1,9 libros por año.
Los tres que encabezan la lista son Chile, Argentina y Uruguay,
donde el promedio ronda los cinco libros, según cifras del Centro Regional para el Fomento del Libro en
América Latina y el Caribe.
En Cartagena como en el resto del país la lectura se
concentra en población joven. El 61,3% de la población de 12 a 25 años leyó
libros en los últimos 12 meses, cifra que rebajó comparada con 2010, cuando estaba en 68,5%. La biblioteca de
la Cooperación Española, en la plaza Santo Domingo de la ciudad amurallada,
atiende de 90 a 100 personas a la semana. Luis Vega su bibliotecario, cuenta
que el 70% asisten a la biblioteca para hacer prestamos. La mayoría de los
lectores son jóvenes entre 19 y 25 años que estudian carreras afines a las
ciencias sociales.
“Ahora
mismo la lectura está muy baja, pero he mantenido un estándar de venta que te
garantiza la comida. Todos los días se vende al menos un libro y te vas
con 5 o 30 mil pesos en el bolsillo. El internet afectó nuestro negocio, perdemos
de 50 a 60 clientes por temporada”, afirma Osvaldo con resignación, antes de
pararse para atender a una compradora potencial, “dígame cuál buscaba mi
reina, si no lo ve ahí se lo consigo”.
En la plaza los libreros compran ejemplares por 3, 5 y 10
mil pesos para revenderlos. También hacen canjes, “tú traes un libro que ya te
leiste y viste uno de interés, hacemos el cambio y me pagas un excedente mínimo de 1.000 a 2.000 pesos” cuenta ‘Wicho’. “Si es literatura hay libros
desde 3 mil a 5 mil, hasta libros de 30 mil pesos. Acá damos una oferta y una
demanda, la atención es personalizada, lo que permite negociar el precio del
libro. En los almacenes los libros están en un estante y ahí tienen el costo
fijo, acá no, acá te ponemos una silla y te prestamos un libro mientras
conseguimos el que estás buscando”.
La publicación más vendida es el Álgebra de
Baldor y en literatura se destaca Gabriel García Márquez en todas sus
presentaciones. La variedad es amplia y a veces contradictoria, en un
mismo mostrador puede estar Óscar Wilde al lado de Walter Risso. “Acá se han
conseguido libros históricos que no se encuentran en otra parte, porque a veces
llegan coleccionistas con bibliotecas de 40 o 50 años y los venden todos acá.
Los libros los obtenemos del comercio informal, nunca mercado negro, porque el
mercado negro es oscuro. Es informal pero no estamos acá ilegalmente. La administración de la alcaldía nos autorizó para comercializar los libros”.
Los libreros coinciden en que su mayor amenaza es el
internet, pero exhiben con optimismo
libros con títulos como: ‘Aprenda a conseguir amigos’ o ‘Qué tiene ella que no
tenga yo’. “No hay libros invendibles, no se venden los que no se muestran,
muchos libros que uno tiene guardado los exhibe y pasa el cliente que lo
necesita sin saberlo. Acá hay un gran potencial que tendrían las editoriales
para vender sus libros, y hemos intentado negociar con ellos para ser
sus vendedores, pero ellos nos miran como si fuéramos menos”.
Cuando se le pregunta a Osvaldo por el total de la venta
del día, saca de su bolsillo dos billetes arrugados, uno de cinco y otro de
veinte mil pesos. A las cuatro de la tarde espera la gran venta del día, y
entonces recuerda cuál fue su mejor ganancia en tantos años como librero, “no a todos nos llegan, pero cuando
traen libros autografiados se venden como un tesoro, una vez vendí un libro
firmado por Germán Castro Caycedo por 140 mil y eso me arregló la semana”.
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