viernes, 7 de agosto de 2015

Reportaje II - Carlos Piedrahita

La librería a cielo abierto de Cartagena

El Parque del Centenario, un sitio para comprar, vender, cambiar y encontrar libros



Unos libreros del parque Centenario de Cartagena conservan la tradición del trueque y la compraventa de libros usados. Gran variedad de títulos, algunos con apuntes y rayas de otros lectores hechas muchos años antes, o con sentidas dedicatorias como: “A Juliana, la mujer que me hizo amar las letras”. Estos libros  guardan historias en sus páginas amarillentas y dobladas  más allá de lo que pretendían sus escritores .

“Yo estoy acá desde hace 36 años, cuando los libros valían 180 pesos” dice Osvaldo Cruz, uno de los libreros del parque. Osvaldo se diferencia de los demás porque es un lector dedicado. “Me leo dos libros a la semana, ahora estoy leyendo a William Ospina.” Antes de terminar la idea ya está hablando de política y de la falta que le hace a Colombia otro prócer desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948.

La historia de William Correa o ‘Wicho’, como le dicen al secretario de la cooperativa de libreros de Cartagena es diferente. “Prácticamente no leo, leo poco. Usted sabe que en casa de herrero cuchara de palo. De vez en cuando cojo un libro que me interesa y lo ojeo. Me gustan los libros de superación personal, porque me identifico con la idea de venir de la nada y surgir, esos libros siempre te guían en ese camino”.




Los libreros están en el parque Centenario y las calles de la ciudad amurallada desde hace más de 60 años. En 2008 durante la alcaldía de Judith Pinedo, recordada como "Maríamulata" por los vendedores, se instalaron 29 módulos en los dos costados del parque que están frente a la torre del reloj y ahí se mantienen hasta ahora. Los compradores más curiosos recorren uno a uno los  puestos de libros. Un grupo de niñas con uniformes de colegio se acerca a un montón de libros y preguntan por García Márquez, no es la primera vez que compran en el parque. Daniela una de ellas cuenta: “Siempre vengo acá por que son más baratos y de todas formas uno los busca es pa’ leer, aunque a veces salen rayados. Una vez me salió un libro que cada tres páginas decía ‘contarle a Camilo’ y eso me sacaba de la lectura”.

“Con el tiempo hemos perdido muchos clientes, antes se vendían libros y se alquilaban historietas como Kalimán, Condorito y Memín. Nos visitaban principalmente los compradores cartageneros”, comenta William sentado en una esquina del parque bajo la sombra de un árbol con una cerveza a sus pies, ni siquiera voltea a mirar su puesto de venta, el flujo de compradores hoy es bastante bajo. 


El Ministerio de Cultura en Colombia afirmó en enero que el índice de lectura per cápita es el más bajo de Suramérica, 1,9 libros por año. Los tres que encabezan la lista son Chile, Argentina y Uruguay, donde el promedio ronda los cinco libros, según cifras  del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe.

En Cartagena como en el resto del país la lectura se concentra en población joven. El 61,3% de la población de 12 a 25 años leyó libros en los últimos 12 meses, cifra que rebajó comparada con 2010, cuando estaba en 68,5%. La biblioteca de la Cooperación Española, en la plaza Santo Domingo de la ciudad amurallada, atiende de 90 a 100 personas a la semana. Luis Vega su bibliotecario, cuenta que el 70% asisten a la biblioteca para hacer prestamos. La mayoría de los lectores son jóvenes entre 19 y 25 años que estudian carreras afines a las ciencias sociales.

“Ahora mismo la lectura está muy baja, pero he mantenido un estándar de venta que te garantiza la comida. Todos los días  se vende al menos un libro y te vas con 5 o 30 mil pesos en el bolsillo. El internet  afectó nuestro negocio, perdemos de 50 a 60 clientes por temporada”, afirma Osvaldo con resignación, antes de pararse para atender a una compradora potencial, “dígame cuál buscaba mi reina, si no lo ve ahí se lo consigo”.

En la plaza los libreros compran ejemplares por 3, 5 y 10 mil pesos para revenderlos. También hacen canjes, “tú traes un libro que ya te leiste y viste uno de interés, hacemos el cambio y me pagas un excedente mínimo de 1.000 a 2.000 pesos” cuenta ‘Wicho’. “Si es literatura hay libros desde 3 mil a 5 mil, hasta libros de 30 mil pesos. Acá damos una oferta y una demanda, la atención es personalizada, lo que permite negociar el precio del libro. En los almacenes los libros están en un estante y ahí tienen el costo fijo, acá no, acá te ponemos una silla y te prestamos un libro mientras conseguimos el que estás buscando”.

La publicación más vendida es el Álgebra de Baldor y en literatura se destaca Gabriel García Márquez en todas sus presentaciones. La variedad es amplia y a veces contradictoria, en un mismo mostrador puede estar Óscar Wilde al lado de Walter Risso. “Acá se han conseguido libros históricos que no se encuentran en otra parte, porque a veces llegan coleccionistas con bibliotecas de 40 o 50 años y los venden todos acá. Los libros los obtenemos del comercio informal, nunca mercado negro, porque el mercado negro es oscuro. Es informal pero no estamos acá ilegalmente. La administración de la alcaldía nos autorizó para comercializar los libros”.


Los libreros coinciden en que su mayor amenaza es el internet,  pero exhiben con optimismo libros con títulos como: ‘Aprenda a conseguir amigos’ o ‘Qué tiene ella que no tenga yo’. “No hay libros invendibles, no se venden los que no se muestran, muchos libros que uno tiene guardado los exhibe y pasa el cliente que lo necesita sin saberlo. Acá hay un gran potencial que tendrían las editoriales para vender sus libros, y hemos intentado negociar con ellos para ser sus vendedores, pero ellos nos miran como si fuéramos menos”.

Cuando se le pregunta a Osvaldo por el total de la venta del día, saca de su bolsillo dos billetes arrugados, uno de cinco y otro de veinte mil pesos. A las cuatro de la tarde espera la gran venta del día, y entonces recuerda cuál fue su mejor ganancia en tantos años como librero, “no a todos nos llegan, pero cuando traen libros autografiados se venden como un tesoro, una vez vendí un libro firmado por Germán Castro Caycedo por 140 mil y eso me arregló la semana”.














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