miércoles, 5 de agosto de 2015

Entrevista - Steffan Bohorquez


ENTREVISTA: natalia díaz|cantante
"Soy una mujer que valgo mucho"
La primera cantante de champeta teme por la representación de la mujer en la música

La champeta surge como género musical en los años ochenta en Cartagena, en el Caribe Colombiano. En 1981 aparece por primera vez una producción cantada e interpretada por cartageneros de barrios marginados; en los dos mil el género decae, se le acusa de carente de creatividad y de machista. La champeta se sostiene pese a las críticas engendradas y su baja rentabilidad.

Natalia Díaz en su residencia en El Pozón
Los dos mil fue para la champeta los peores años, no había nada de la generación que inauguró el género. El Jhonky, icono músical, estaba muerto. Se dio espacio para que otros aparecieran, las canciones gustaron poco, las historias populares habían desaparecido de las letras y las melodías eran cada vez más tétricas y más baratas. Era una época infértil. Natalia Diaz, cantante de champeta, que pretende regresarle vida al género sin apologías al sexo, al machismo o a la violencia, insiste en reivindicar el papel de la mujer desde la música.

La champeta siempre ha sido de hombres: El Sayayín, Mr. Black, Louis Towers, Elio Boom, Charles King. Lo primero que se discute ¿Por qué no hay mujeres? “Lo primero es la costumbre, Cartagena es así. Siempre han visto a hombres que canten y canten, pero no es porque las mujeres no seamos buenas cantando, no. Lo que pasa es que no nos atrevemos, pensamos que no vamos a pegar (sonar)”. Entonces ¿Por qué cantar en un género que parece excluir a la mujer? Me mira y se rie carcajadas. “¿Quién dijo que la champeta excluye a las mujeres? Cuando tú vas a un picó (evento musical exclusivo para champeta), no te encuentras solo a hombres, ves a mujeres bailando también. La música no, las letras a veces”

La champeta es señalada de facilista. Se considera la industria musical con relación al género es de principiantes y que cualquiera podría hacerlo. La cantante piensa lo contrario, “No es tan sencillo. Para entrar a la champeta tuve que insistir e insistir. Lo que pasa es que tú tienes que cantar con un picó, no se puede sin eso, te mueres. Por fortuna conocí a Juan Carlos Sosa del Gemini (Picó) y luego después de varias pruebas me puso a grabar”.

Un tema a favor de la mujer

La champeta había recurrido a casi todo sobre la cultura popular de cartagenera para inspirarse, faltaba la mujer. “Yo pensaba qué chévere sería hacer una canción que fuese a favor de la mujer, porque yo veo que si las tratan mal. Pensé en cambiar la temática a lo que siempre han venido cantando los hombres y puedo aportar algo diferente y grabé la champetua, esa canción fue un éxito en dos meses, qué cosa loca, y las mujeres se sentían identificadas”. El mensaje parece ser recibido y aceptado. “No solo fue aquí, Sosa me decía: Mira hay que viajar está canción no solo es en Cartagena. Fuimos hasta Caracas. Al regreso, me doy cuenta que ya otras mujeres estaban cantando champeta

No resiste y canta: “Soy una mujer que valgo mucho, y no me importa si me dicen champetua…

La rentabilidad de género también ha sido un tema de discusión. “Los eventos eran muy mal pagos, por un show me pagaban cien mil, doscientos mil pesos, a veces se llegaba al millón a veces”. Natalia lo contrasta con el mantenimiento de los artistas  “Yo siento que no hubo un apoyo económico. En las emisoras había que pagar para sonar. No es como tener un manager, llamando a las emisoras, llegando a algunos acuerdos. Todo giraba en torno al dinero, si no hay dinero no hay pegada, hay que invertir en publicidad, millones, en imagen, millones. Algo que no todos quieren hacer”.

Independencia

Para sobrevivir – dice Natalia – hay que ser independientes. “Yo tengo un estudio musical en casa, construyo ese estudio porque las filas para grabar era largas y el tiempo era poco, unos quince minutos. Al principio no era para nada comercial, pero luego, cuando la gente comenzó a venir y a preguntar si aquí quedaba un estudio, yo empecé a cobrar treinta mil pesos la hora. Esto fue otra manera de sobrevivir con los malos pagos de los eventos”


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