Urbano Rincón, tinterillo
y picaflor
Cerca de la Torre del
Reloj están los puestos de este oficio detenido en el tiempo: los encargados de
transcribir documentos en máquina de escribir
Marcy Alejandra Rangel
Son las nueve de la mañana y en
el Parque Las Flores, en el centro de Cartagena, el calor llega a 34 ºC. Los
quioscos abrieron hace un par de horas para ofrecer a los transeúntes rosas,
claveles y girasoles de colores vivos, que hacen juego con el color del cielo. En
la esquina se encuentran cinco, diez, hasta quince mesitas con una máquina de
escribir sobre cada una. Hay algunas sombrillas en el medio para esquivar el
sol. Un cartel anuncia el oficio: declaración de renta, certificados de
ingresos, documentos contables, promesa de compra venta. Son tinterillos,
hombres –solo se ve una mujer– de la tercera edad que se dedican a escribir
pergaminos a la vieja usanza, como paso previo a algún trámite legal.
Puesto de tinterillo en el Parque Las Flores |
Urbano Rincón Nassy es un
cartagenero que nació en la calle Jardín de San Diego hace 69 años; y desde hace
42 que se dedica al oficio. Hizo una complementación en el Servicio Nacional de
Aprendizaje en donde, el que saliera elegido por concurso, obtendría una beca
que incluye libros y un salario mínimo de 645 mil pesos. “Me gusta la
mecanografía. En esta máquina Gabriel García Márquez hizo su primera novela La increíble y triste historia de Cándida Eréndida
y su abuela desalmada (1978)” asegura.
“Yo he redactado cartas de amor bien importantes. Y cuando tenía 8 o 10 años yo
me iba para Telecom, que era la única empresa de telecomunicaciones que estaba
aquí en Colombia. Hacía mensajes y me pagaban 50 centavos, 10 centavos. Así aprendí
desde temprano. Ahí descubrí que hay personas que no saben ni escribir una
carta. Eso me hace interesante”.
Rincón es uno de los comerciantes
informales que está registrado en la Cámara de Comercio de Cartagena. Cuando comenzó,
su trabajo era en oficina y se encontraba en donde ahora está el Tribunal
Superior. Luego los mudaron para la sede de la Dirección de Impuestos y Aduanas
Nacionales y, ahora, están sentados en un muro del Parque Las Flores. Cobra 120 mil pesos por un documento que deba firmar luego un contador, y se reparten el total. Por una carta, 5 mil. “Como yo
estoy preparado, aquí levanto plata. El que no levanta es porque no sabe leer,
ni escribir, ni sumar, ni restar, no se sabe ni las vocales. Es un pobre. No sé
si sería por falta de recursos económicos, porque antes la educación aquí en
Colombia era triste. Aunque yo anteriormente era un abogado”.
Urbano Rincón Nassy en su puesto de trabajo |
Una de esas mujeres es Miriam
Mejías, su esposa desde hace 30 años. “Pero ella quiere hacer lo que le da la
gana. Yo traté con un psicólogo, le dije: doctor, usted es amigo mío, ella
antes me buscaba en todo momento cuando estábamos jóvenes, y ahora no quiere
nada. ¿Qué me puede recomendar? Señor Rincón, me dijo, cuando la mujer coge la
menopausia cambia, pero usted tiene que acariciarla. Ya he hecho de todo, hasta
un pollo entero que es lo que más le gusta comer se lo he llevado y agarró y me
lo tiró en la cabeza. ¿Qué puedo hacer ahí? Él me dijo que tenía que seguir
insistiendo”. Luego, hace una petición: “Le he contado a usted, para que un día
de estos converse con ella y le diga que no me haga llorar. Anote mi número”.
–¿Cuáles son los documentos que más le solicitan?
–¿Ya tienes tus papeles colombianos? Porque, en primera
medida, a usted hay que bautizarla así esté bautizada. Después pasa por el
registro civil y yo puedo decir que la conozco desde niña y soy testigo, eso no
vale mucho.
–¿Hay tinterillos que hacen trampa?
–No sé. Después hablamos de eso.
–¿Le gustaría cambiar algo de su oficio?
–Tener una oficina amplia y suficiente, con aire
acondicionado, dos computadores, y una periodista secretaria así como tú.
Tengo un cliente que me está esperando. Otro día me llamas y
nos vemos acá.
El color negro le luce, cuídese.
El color negro le luce, cuídese.
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