miércoles, 12 de agosto de 2015

Reportaje III - Lucía Demarchi y Marcy Alejandra Rangel

Villa Gloria: tierra negra en desalojo

El asentamiento se encuentra en La Boquilla y aloja a 142 familias

Lucía Demarchi
Marcy Alejandra Rangel


Cartagena de Indias. Gloria Sánchez nació una tarde de 1961 en La Boquilla. Su madre la sintió venir a las 3, cuando el dolor la obligó a agacharse y parirla en medio de un aguacero. “Mira qué bendita he sido yo”, dice, definiendo su historia como un cuento macondiano. Cuando sus ojos color aceituna miraron por primera vez a su padre él la apodó Muñeca. Ella sabe exactamente cuál es ese pedacito de tierra en el que lloró por primera vez. Es a unos metros de su casa, en un barrio que ahora lleva su nombre: Villa Gloria. Un barrio al que define como territorio negro, palenquero y raizal; como una recuperación de tierras ancestrales; como un espacio común a 142 familias asentadas allí desde hace 22 años. Pero para el Estado, Villa Gloria tiene otra connotación: una zona invadida, de riesgo para quienes la habiten y amenazada por quienes la habitan. Allí el desalojo fue ordenado en 2014, aunque jamás ejecutado. Gloria dice que quieren sacarlos de ahí para continuar la construcción de macroproyectos turísticos. 

Gloria tiene 54 años. Es la representante legal del Consejo Comunitario de Villa Gloria. Tiene tres hijas y nueve nietos; seis de ellos, mujeres. “Esto es un gran matriarcado”, bromea, aunque lo dice en serio. Gloria está sentada en una silla sobre una calle de tierra en la puerta de su casa de madera que levantó Alfonso, su marido. Lo controla todo con los ojos de aceituna. Esta vez no se puso el turbante y acomoda su cabello crespo abriendo y cerrando la mano, aunque no hace falta: no se mueve.

Gloria Sánchez, La Muñeca
El Plan de Ordenamiento Territorial de Cartagena dice que cada una de las calles de la ciudad debe ser estudiada a fondo para declararla habitable o no. En estos parámetros, Villa Gloria no lo es: es zona de alto riego y reserva. Para la Muñeca, esto es sólo una excusa que el Estado utiliza para no invertir.

La Muñeca cuenta que desde la ocupación de los terrenos en 1993, los vecinos de Villa Gloria se enfrentaron a 20 intentos de desalojo violentos contra el Ejército y la Policía; a una manada de ganado salvaje que fue liberada para que nadie pudiera transitar sus calles; a grupos paramilitares que instalaron en la zona para meter miedo. A Gloria le quemaron la casa, la metieron presa dos meses, incluso hoy recibe amenazas. Por eso, dice, ya no duerme en su casa. Ni ella ni sus nietos. Incluso a las dos mayores las envió a vivir a Bogotá, porque amenazaban con violarlas.

La lucha de Villa Gloria es por la tierra. Ese pedacito de La Boquilla y el barrio de al lado, Mar Linda, son “oro en polvo”para los inversores inmobiliarios, y por eso quieren quedarse con sustierras. Eso es ahora, pero las historias tienen un principio. El del caserío como tal se remonta a 1993, cuando unas 140 familias decidieron “recuperar” esas tierras del Estado que habían sido cercadas por un privado sin autorización. Ese año se promulgó la Ley 70, también conocida como la Ley de Comunidades Negras, que se desprende del artículo 55 de la Constitución de 1991. Allí se reconoció un tipo de ciudadanía distinta a la que oficialmente se estipulaba en la Constitución de 1886, que sugería la existencia solamente de una Colombia blanco-mestiza y católica. Desde entonces, existe oficialmente “la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana”.

La Ley define como comunidad negra al conjunto de familias de ascendencia afrocolombiana que poseen una cultura propia, comparten una historia y tienen tradiciones y costumbres dentro de la relación campo-poblado, que revelan y conservan conciencia de identidad que las distinguen de otros grupos étnicos. Para Gloria, se trata de un concepto más terrenal. “Ser negro significa la lucha histórica que dieron los ancestros. Por su libertad, por dejarnos un legado. Una historia que es diferente a la del blanco. Fueron los ancestros los que llevaron la peor parte en la época de la colonia. Para el pueblo negro no ha sido fácil tener un lugar. Nos han discriminado, nos han señalado, pareciera que todo lo negro es malo”, dice.

“Nosotros nunca le llamamos invasión. Este es un territorio ancestral y vinimos a recuperarlo”. En julio de 2014, un fallo del Tribunal Administrativode Bolívar estableció que Villa Gloria debía ser reubicada porque se trata de una zona de alto riesgo en dos sentidos: para las familias que viven allí, porque es bajamar y, por lo tanto, tierra inundable, y además reserva ecológica-ambiental.

Rita López Orozco es personera delegada para la comunidad. Ha sido la encargada de intervenir en las consultas previas que se hacen ante cada proyecto que se va a realizar en Villa Gloria. “Le dan viabilidad a los proyectos inmobiliarios pero no a ellos para que se queden. Los proyectos fueron aprobados por el distrito, tienen licencias de las curadurías. En ese sector presentaron una acción popular, pero el fallo fue a favor del distrito”, rememora.

La Muñeca acepta la pérdida de la batalla judicial que ordena el desalojo, porque en ella misma está la posibilidad de poder permanecer allí. Es que el mismo fallo establece condiciones para la reubicación de la población que, a su criterio, son imposibles de cumplir: que los vecinos no pueden ser relocalizados a más de dos kilómetros del litoral costero. Además, por tratarse de una población rural, el nuevo predio no puede estar en una zona urbana. “Si eso es así, no hay dónde poner a Villa Gloria. Debe haber mar, ciénaga y tierra, porque somos pescadores y agricultores”.





Gloria dice que para los negros los espacios son definitivos: “Esta playa es mía, me ha dado la vida, aquí he sostenido a mi familia, de ahí saco mi diario vivir y voy y me baño cuantas veces se me da la gana ahí. Y voy y me mojo los pies cuantas veces yo quiero. Yo me reconozco como negra y me siento bella, yo soy negra y quiero seguir siéndolo”.



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