Villa
Gloria: tierra negra en desalojo
El
asentamiento se encuentra en La Boquilla y aloja a 142 familias
Lucía
Demarchi
Marcy
Alejandra Rangel
Cartagena
de Indias. Gloria
Sánchez nació una tarde de 1961 en La Boquilla. Su madre la sintió venir a las
3, cuando el dolor la obligó a agacharse y parirla en medio de un aguacero. “Mira qué bendita he sido yo”, dice, definiendo su historia como
un cuento macondiano. Cuando sus ojos color aceituna miraron por
primera vez a su padre él la apodó Muñeca. Ella sabe exactamente cuál es ese
pedacito de tierra en el que lloró por primera vez. Es a unos metros de su
casa, en un barrio que ahora lleva su nombre: Villa Gloria. Un barrio al que
define como territorio negro, palenquero y raizal; como una recuperación de
tierras ancestrales; como un espacio común a 142 familias asentadas allí desde
hace 22 años. Pero para el Estado, Villa Gloria tiene otra connotación: una
zona invadida, de riesgo para quienes la habiten y amenazada por quienes la
habitan. Allí el desalojo fue ordenado en 2014, aunque jamás ejecutado. Gloria
dice que quieren sacarlos de ahí para continuar la construcción de macroproyectos
turísticos.
Gloria tiene 54 años. Es la representante legal
del Consejo Comunitario de Villa Gloria. Tiene tres hijas y nueve nietos; seis
de ellos, mujeres. “Esto es un gran matriarcado”, bromea, aunque lo dice en
serio. Gloria está sentada en una silla sobre una calle de tierra en la puerta
de su casa de madera que levantó Alfonso, su marido. Lo controla todo con los
ojos de aceituna. Esta vez no se puso el turbante y acomoda su cabello crespo
abriendo y cerrando la mano, aunque no hace falta: no se mueve.
Gloria Sánchez, La Muñeca |
El Plan de Ordenamiento Territorial de Cartagena dice que cada una de las
calles de la ciudad debe ser estudiada a fondo para declararla habitable o no. En
estos parámetros, Villa Gloria no lo es: es zona de alto riego y reserva. Para
la Muñeca, esto es sólo una excusa que el Estado utiliza para no invertir.
La Muñeca cuenta que desde la ocupación de los terrenos en 1993, los vecinos
de Villa Gloria se enfrentaron a 20 intentos de desalojo violentos contra el
Ejército y la Policía; a una manada de ganado salvaje que fue liberada para que
nadie pudiera transitar sus calles; a grupos paramilitares que instalaron en la
zona para meter miedo. A Gloria le quemaron la casa, la metieron presa dos
meses, incluso hoy recibe amenazas. Por eso, dice, ya no duerme en su casa. Ni
ella ni sus nietos. Incluso a las dos mayores las envió a vivir a Bogotá,
porque amenazaban con violarlas.
La lucha de Villa Gloria es por la tierra. Ese
pedacito de La Boquilla y el barrio de al lado, Mar Linda, son “oro en polvo”para los inversores inmobiliarios, y por eso quieren quedarse con sustierras. Eso es ahora, pero las historias tienen un principio. El del caserío como tal se remonta a 1993, cuando unas 140 familias decidieron
“recuperar” esas tierras del Estado que habían sido cercadas por un privado sin
autorización. Ese año se promulgó la Ley 70, también conocida como la Ley de
Comunidades Negras, que se desprende del artículo 55 de la Constitución de 1991.
Allí se reconoció un tipo de ciudadanía distinta a la que oficialmente se
estipulaba en la Constitución de 1886, que sugería la existencia solamente de
una Colombia blanco-mestiza y católica. Desde entonces, existe oficialmente “la
diversidad étnica y cultural de la nación colombiana”.
La Ley define como comunidad negra al conjunto de familias de
ascendencia afrocolombiana que poseen una cultura propia, comparten una
historia y tienen tradiciones y costumbres dentro de la relación campo-poblado,
que revelan y conservan conciencia de identidad que las distinguen de otros grupos
étnicos. Para Gloria, se trata de un concepto más terrenal. “Ser negro
significa la lucha histórica que dieron los ancestros. Por su libertad, por
dejarnos un legado. Una historia que es diferente a la del blanco. Fueron los
ancestros los que llevaron la peor parte en la época de la colonia. Para el
pueblo negro no ha sido fácil tener un lugar. Nos han discriminado, nos han
señalado, pareciera que todo lo negro es malo”, dice.
“Nosotros nunca le llamamos invasión. Este es un territorio ancestral y
vinimos a recuperarlo”. En julio de 2014, un fallo del Tribunal Administrativode Bolívar estableció que Villa Gloria debía ser reubicada porque se trata de
una zona de alto riesgo en dos sentidos: para las familias que viven allí,
porque es bajamar y, por lo tanto, tierra inundable, y además reserva
ecológica-ambiental.
Rita López Orozco es personera delegada para la comunidad. Ha sido la
encargada de intervenir en las consultas previas que se hacen ante cada
proyecto que se va a realizar en Villa Gloria. “Le dan viabilidad a los
proyectos inmobiliarios pero no a ellos para que se queden. Los proyectos
fueron aprobados por el distrito, tienen licencias de las curadurías. En ese
sector presentaron una acción popular, pero el fallo fue a favor del distrito”,
rememora.
La Muñeca acepta la pérdida de la batalla judicial que ordena el
desalojo, porque en ella misma está la posibilidad de poder permanecer allí. Es
que el mismo fallo establece condiciones para la reubicación de la población
que, a su criterio, son imposibles de cumplir: que los vecinos no pueden ser
relocalizados a más de dos kilómetros del litoral costero. Además, por tratarse
de una población rural, el nuevo predio no puede estar en una zona urbana. “Si
eso es así, no hay dónde poner a Villa Gloria. Debe haber mar, ciénaga y
tierra, porque somos pescadores y agricultores”.
Gloria dice que para los negros los espacios son definitivos: “Esta
playa es mía, me ha dado la vida, aquí he sostenido a mi familia, de ahí saco
mi diario vivir y voy y me baño cuantas veces se me da la gana ahí. Y voy y me
mojo los pies cuantas veces yo quiero. Yo me reconozco como negra y me siento
bella, yo soy negra y quiero seguir siéndolo”.
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