EL SECRETO DE LA CASA VARGAS
- La casa significa historia viva para Cartagena
- El pintor Camilo Calderón la restauró en 1994
Cartagena, Colombia.
Por: Adrián Roa M.
Lucía
cumple diez años y en la mesa de la casa Vargas un pastel la celebra. Sus amigas aplauden corriendo de un lado para otro. La
casa Vargas se contagia de esa energía de flores y globos, digno de
una celebración infantil. Los cuadros de la familia cuelgan en lo
alto de las paredes. Donde alguna vez hubo telarañas hoy predomina
un ambiente de aire acondicionado y luz, mucha luz.
No
cabe duda, Lucía es la más sonriente, faltaba más. Hace una pausa
antes de soplar a las velas del pastel. Rellena sus pulmones con el
aire de la habitación y cierra los ojos. ¿Qué deseo va a pedir?
La
mamá de Lucía se llama Carolina Vélez. Tiene 40 años y trabaja
como administradora del restaurante Oh! là là, sitio
donde se celebra la primera década de vida de su hija. Lucía no lo
sabe, porque es muy joven, pero la casa Vargas guarda un secreto.
Quizás se revele como sorpresa para su cumpleaños número diez.
Raúl Paniagua se une a la celebración acompañado de su esposa Rosa
Díaz. La pareja conoce a Carolina “desde chiquita” y sienten un
aprecio especial por la pequeña Lucía. El matrimonio es de
sociólogos investigadores. No es casualidad que ellos guarden entre
su trabajo una pista de ese secreto.
En
1991, los Paniagua escribieron un libro relacionado al
tema: Getsemaní. Historia, patrimonio y bienestar social de
Cartagena. La casa Vargas se encuentra en Getsemaní. Y la
historia de Getsemaní se encuentra en la mesa donde Lucía sopla con
todas sus fuerzas para que el fuego de las tres velitas, que no fueron
diez, se apague de golpe.
Cartagena,
después de dos siglos de haber sido fundada, vivió dividida en
cinco barrios: La Merced, San Sebastián, Santa Catalina, Los
Jagueyes y el Arrabal de Getsemaní. Este último distanciado de los
demás. En el lugar se ubicaron las personas de moderados recursos,
hecho que motivó la construcción de casas de un piso. Las de mayor
comercio, cercanas a la calle de la Media Luna, calle Larga o playa
Arsenal, contaban con dos pisos y entre piso.
Pero,
¿quiénes fueron los Vargas?, lanzo la pregunta entre gritos y
desmanes de niños. “La familia Vargas era una institución como lo
eran distintas familias de respeto en el barrio: los Vargas, los
Caballero, los Castro”, contesta Rosa desde el lado izquierdo de la
mesa. La señora de Paniagua ha vivido en el barrio desde que tiene
memoria, “desde mi abuelo que fue general de guerra”, dice.
Francisco
Vargas y Purificación Vélez se casaron. Gracias a su trabajo como
reparador de barcos, el negro Vargas construyó una casa de valores y
de criterios para su familia. Sus mejores aliados: el mercado y el
mar, junto a ellos, los Vargas ganaron el respeto que pocos en el
barrio obtenían a inicios del siglo XX. La casa se ubica en
el callejón que lleva su apellido. El significado para la ciudad de Cartagena es el de historia viva.
“Getsemaní
era como una pequeña ciudad donde no había necesidad de salir. Era
un barrio marginal pero no pobre”, añade Rosa. La autenticidad del
barrio se refleja en la personalidad de sus habitantes. Una vecina
vertió hace años los recuerdos que le quedaban de la casa Vargas. Esto fue lo que escribió:
“Lo
que recuerdo en mis memorias de infancia era la presencia de una
señora encantadora llamada “Maggie” Vargas que nos embriagaba a
mi amiga Gloria Madrid, y yo, de sus sueños, muy soñadores. Y de su
espera indefinida de su enamorado. Señor que nunca conocí”.
Carolina
señala el cuadro blanco y negro (en realidad todos los cuadros del
lugar están en blanco y negro) del rincón. “Ella es Maggie
Vargas, la loquita”. Carolina comenzó el rescate de las antiguas
fotografías para preservar la memoria de la casa. “El de allá es
Eusebio Vargas Vélez, médico fundador de la Clínica Vargas”. En
la colección de imágenes se encuentra Francisco Pacho Vargas,
primer gobernador de color del estado Bolívar.
Getsemaní
conoció un periodo de decadencia por el cierre de su mercado. En
1978 los Vargas abandonaron la casa. Con la familia también se
despidió la heladería El Poleto, el teatro Padillo Rialto, entre
otros atractivos de culto en el lugar. La casa Vargas volvió a la
vida hasta 1992. La propiedad fue adquirida por Camilo Calderón
Forero, un pintor colombiano que siempre ha vivido cerca del mar. El
artista reparó las grietas y las fisuras que para entonces ya
sufrían las paredes y el techo.
Tampoco
es casualidad que ahora, en el festejo de Lucía, se encuentre
Camilo. Esta es su casa, la casa Vargas. Con un movimiento de manos
Camilo me invita a recorrer el resto de la propiedad. ¿Quién más
que el actual dueño para conocer el secreto de este lugar?, me
pregunto. Atravesamos un patio a oscuras. Un elevador nos sube a la
terraza. La noche es fresca y el ruido de la calle se escucha lejos.
“Los
cuadros los pienso de una manera pero siempre terminan de otra”. El artista piensa en voz alta. Recorremos un pasillo hasta llegar a las afueras de un cuarto. “¿Qué
hay adentro?”, pregunto. Camilo no contesta. “Las obras de arte
tienen vida propia y al final ya nunca te pertenecen, por eso uno
quiere seguir creando”.
La puerta se abre. El secreto es revelado: es
un taller de pintura, “el mejor de Cartagena”, según Camilo. En
el interior encuentro el Eterno Presente, nombre de su más reciente
exposición. Es decir, el secreto es el mundo de un artista incansable. La mayor de sus obras: la restauración de esta casa, la de los Vargas.
Dibujos y fotografías cortesía de Camilo Calderón Forero
No hay comentarios.:
Publicar un comentario