domingo, 2 de agosto de 2015

Reportaje - Adrian Roa


EL SECRETO DE LA CASA VARGAS


  • La casa significa historia viva para Cartagena
  • El pintor Camilo Calderón la restauró en 1994
Cartagena, Colombia.
Por: Adrián Roa M.


Lucía cumple diez años y en la mesa de la casa Vargas un pastel la celebra. Sus amigas aplauden corriendo de un lado para otro. La casa Vargas se contagia de esa energía de flores y globos, digno de una celebración infantil. Los cuadros de la familia cuelgan en lo alto de las paredes. Donde alguna vez hubo telarañas hoy predomina un ambiente de aire acondicionado y luz, mucha luz.

No cabe duda, Lucía es la más sonriente, faltaba más. Hace una pausa antes de soplar a las velas del pastel. Rellena sus pulmones con el aire de la habitación y cierra los ojos. ¿Qué deseo va a pedir?

La mamá de Lucía se llama Carolina Vélez. Tiene 40 años y trabaja como administradora del restaurante Oh! là là, sitio donde se celebra la primera década de vida de su hija. Lucía no lo sabe, porque es muy joven, pero la casa Vargas guarda un secreto. Quizás se revele como sorpresa para su cumpleaños número diez.

Raúl Paniagua se une a la celebración acompañado de su esposa Rosa Díaz. La pareja conoce a Carolina “desde chiquita” y sienten un aprecio especial por la pequeña Lucía. El matrimonio es de sociólogos investigadores. No es casualidad que ellos guarden entre su trabajo una pista de ese secreto.

En 1991, los Paniagua escribieron un libro relacionado al tema: Getsemaní. Historia, patrimonio y bienestar social de Cartagena. La casa Vargas se encuentra en Getsemaní. Y la historia de Getsemaní se encuentra en la mesa donde Lucía sopla con todas sus fuerzas para que el fuego de las tres velitas, que no fueron diez, se apague de golpe.
       
Cartagena, después de dos siglos de haber sido fundada, vivió dividida en cinco barrios: La Merced, San Sebastián, Santa Catalina, Los Jagueyes y el Arrabal de Getsemaní. Este último distanciado de los demás. En el lugar se ubicaron las personas de moderados recursos, hecho que motivó la construcción de casas de un piso. Las de mayor comercio, cercanas a la calle de la Media Luna, calle Larga o playa Arsenal, contaban con dos pisos y entre piso.

Pero, ¿quiénes fueron los Vargas?, lanzo la pregunta entre gritos y desmanes de niños. “La familia Vargas era una institución como lo eran distintas familias de respeto en el barrio: los Vargas, los Caballero, los Castro”, contesta Rosa desde el lado izquierdo de la mesa. La señora de Paniagua ha vivido en el barrio desde que tiene memoria, “desde mi abuelo que fue general de guerra”, dice.

Francisco Vargas y Purificación Vélez se casaron. Gracias a su trabajo como reparador de barcos, el negro Vargas construyó una casa de valores y de criterios para su familia. Sus mejores aliados: el mercado y el mar, junto a ellos, los Vargas ganaron el respeto que pocos en el barrio obtenían a inicios del siglo XX. La casa se ubica en el callejón que lleva su apellido. El significado para la ciudad de Cartagena es el de historia viva.


Getsemaní era como una pequeña ciudad donde no había necesidad de salir. Era un barrio marginal pero no pobre”, añade Rosa. La autenticidad del barrio se refleja en la personalidad de sus habitantes. Una vecina vertió hace años los recuerdos que le quedaban de la casa Vargas. Esto fue lo que escribió:

Lo que recuerdo en mis memorias de infancia era la presencia de una señora encantadora llamada “Maggie” Vargas que nos embriagaba a mi amiga Gloria Madrid, y yo, de sus sueños, muy soñadores. Y de su espera indefinida de su enamorado. Señor que nunca conocí”.

Carolina señala el cuadro blanco y negro (en realidad todos los cuadros del lugar están en blanco y negro) del rincón. “Ella es Maggie Vargas, la loquita”. Carolina comenzó el rescate de las antiguas fotografías para preservar la memoria de la casa. “El de allá es Eusebio Vargas Vélez, médico fundador de la Clínica Vargas”. En la colección de imágenes se encuentra Francisco Pacho Vargas, primer gobernador de color del estado Bolívar.

Getsemaní conoció un periodo de decadencia por el cierre de su mercado. En 1978 los Vargas abandonaron la casa. Con la familia también se despidió la heladería El Poleto, el teatro Padillo Rialto, entre otros atractivos de culto en el lugar. La casa Vargas volvió a la vida hasta 1992. La propiedad fue adquirida por Camilo Calderón Forero, un pintor colombiano que siempre ha vivido cerca del mar. El artista reparó las grietas y las fisuras que para entonces ya sufrían las paredes y el techo.

Tampoco es casualidad que ahora, en el festejo de Lucía, se encuentre Camilo. Esta es su casa, la casa Vargas. Con un movimiento de manos Camilo me invita a recorrer el resto de la propiedad. ¿Quién más que el actual dueño para conocer el secreto de este lugar?, me pregunto. Atravesamos un patio a oscuras. Un elevador nos sube a la terraza. La noche es fresca y el ruido de la calle se escucha lejos.

Los cuadros los pienso de una manera pero siempre terminan de otra”. El artista piensa en voz alta. Recorremos un pasillo hasta llegar a las afueras de un cuarto. “¿Qué hay adentro?”, pregunto. Camilo no contesta. “Las obras de arte tienen vida propia y al final ya nunca te pertenecen, por eso uno quiere seguir creando”. 

La puerta se abre. El secreto es revelado: es un taller de pintura, “el mejor de Cartagena”, según Camilo. En el interior encuentro el Eterno Presente, nombre de su más reciente exposición. Es decir, el secreto es el mundo de un artista incansable. La mayor de sus obras: la restauración de esta casa, la de los Vargas.  
























Dibujos y fotografías cortesía de Camilo Calderón Forero

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