Debate
en Cartagena por el chip para caballos
La
Alcaldía aplica controles sobre los cocheros a pedido de los movimientos
animalistas
Armando Franco en busca de clientes |
Cartagena
“En
cuatro años nos terminan de enterrar”, pronostica Rafael Zapata, de 60 años y cochero
desde hace más de 30. Se refiere a las medidas que la Alcaldía de Cartagena ha implementado
desde junio de 2014 para regular su actividad. Fijó por decreto un peso máximo
para el carruaje (525 kilos), un peso mínimo para el caballo (350 kilos), un
recorrido reducido (que se limita al Centro Histórico y ya no llega a
Bocagrande), un máximo de pasajeros (4) y un chip que funciona como una identificación
del caballo (contiene datos como peso, dueño y enfermedades).
Arriba
de los carros de tracción a sangre los turistas y algunos cartageneros de altos
estratos parecen jugar a la Colonia. Se abanican y sacan fotos desde las
alturas del carro conducido invariablemente por cocheros negros. Para comprobar
esto basta con ir al Parque de la Marina donde los 60 coches que hay en la
ciudad hacen fila esperando para salir. Según los cocheros, sus carruajes son parte
de la idiosincrasia. Para los animalistas son “cámaras móviles de tortura”. Juan
Carlos Cárcoma, abogado ambientalista, asegura que no se está cumpliendo lo que
dicta el decreto: “La Alcaldía y los cocheros dicen que sí, pero las pruebas
que tenemos hablan por sí solas: fotos y videos del último año de caballos
desplomados en la vía pública. Vamos a llevar esto hasta las últimas
consecuencias, incluso denunciarlo a nivel nacional”.
Uno de los carros eléctricos que proponen los ambientalistas para reemplazar a los caballos |
Video aportado por Victoria De Zubiría de la organización Ángeles con patas |
Si
bien los carruajes son parte de la postal cartagenera, no están aprobados por
el Ministerio Transporte Nacional, es decir, en teoría son ilegales. El decreto
de la Alcaldía pretende regular la actividad pero hay conflicto de intereses entre
los tres personajes involucrados (dueño del coche, dueño del caballo y conductor).
“Por ejemplo, si hay que reformar el carro, no quieren hacerlo ni el conductor -que
lo arrienda- ni el dueño del carro. En el medio las organizaciones que defienden
a los animales intervienen para complicar aún más la cosa”, se queja Fernando
Osorio, subdirector del Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte. “Los
animalistas denuncian que se hace trabajar de más a los caballos y que las
caballerizas no están en condiciones. El decreto es muy nuevo, todavía lo estamos
explicando”. El carruaje y el caballo tendrán una revisión técnica y
veterinaria cada año. El chip, que tiene el tamaño de un grano de arroz y se coloca en
el cuello, controla la salud del animal. Mide, por ejemplo, si baja mucho de
peso.
Emiro Velandia,
cochero de 28 años, está preocupado por los cambios: “Los animalistas intentan
destruirnos. Somos más de 100 familias viviendo de esto. Hasta nos ofrecieron cambiar
el caballo por un ridículo carro eléctrico. Han ganado mucho poder después de
que terminaron con las corridas de toros. Vaya uno a saber quién los financia”.
El decreto prohíbe que las pesebreras estén en zonas urbanas y también que las caballerizas estén a más de 3 kilómetros del Centro histórico, es decir, “es
contradictorio. Imposible de cumplir. Nos ahogan. Con esto de que ya no podemos
ir a Bocagrande, donde hay más turistas, porque dicen que los animales se
cansan, estamos ganando un 40% menos”. Armando
Franco, cochero de 51 años, no opina lo mismo: “Me parece buena idea lo del
chip para control. No me gusta la queja por la queja. Los días buenos, en
temporada alta -enero y junio- saco entre 100 y 150 mil pesos. Con eso compenso
los días malos, sin contar que por semana debo gastar en el caballo unos 25 mil
pesos”. Y aclara que, en sus 28 años de trabajo, aunque no sea millonario ha
tenido otras ganancias: “ser cochero me ha dado las mayores dichas. Participé
en la grabación de telenovelas como La
Heredera y Rosario Tijeras, y
hasta he paseado a Julio Iglesias cuando vino a grabar un video”.
Fabio Arzuza en su pesebrera |
Fabio Arzuza (61), tesorero de la Asociación de cocheros, es un caso poco
frecuente: es dueño de dos caballos y un carro, y también es conductor. Vive
con su familia en una casilla improvisada al lado de la pesebrera. Dice que ya
no siente el olor ni le molestan las moscas -“porque el humano se acostumbra a
toda miseria”- y que sólo se cubre el torso a partir de las 5 de la tarde,
cuando empieza el turno y se pone su camisa blanca. El piso de la pesebrera no
es de concreto, como exige el reglamento, sino una mezcla de barro, orín y
estiércol. Sobre esa mezcla corretean sus hijos. Los terrenos sobre los que se
ubican las pesebreras de Chambacú (hay una más en Marbella y otra Villa
Estrella) son del Estado. “Se las alquilamos y como todo el tiempo el gobierno
amenaza con sacarnos no vale la pena invertir en ellos”. Fabio no entiende la
acusación de los animalistas: “¿Maltrato animal? Yo a estos (señala a sus 2 caballos)
los cuido como oro. Son la comida mía. Primero ellos que mis hijos”. Cuenta que
en 35 años de trabajo no ha recibido ninguna ayuda del gobierno. “Y eso que
hemos llevado virreyes y condes sin que nadie nos viniera a ‘regular’. Somos de
las personas más importantes de la ciudad, pero nos miran por arriba del
hombro”.
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