viernes, 7 de agosto de 2015

Reportaje 2 - Juan Carlos Figueroa

Los cazadores de pedófilos
Un grupo de vendedores informales se organizó para enfrentar
la explotación sexual de menores en Cartagena

Pedro Padilla coordina la red de prevención. Foto: JCFC.
Juan Carlos Figueroa
Cartagena. La ira de Pedro Padilla estalló cuando vio al hombre, de cerca de 40 años, acariciarle la mejilla a la niña, que no tendría más de 13. Estaban en la playa Castillo Grande. Pedro tenía 20 minutos observándolos con cuidado: vio cuando el extraño se acercó al grupo de cuatro chicas, cuando comenzaron las risas, cuando apareció la botella de ron. Pero no se aguantó cuando les puso el primer dedo encima: “Si no te largas ya, ¡te mato a trompá!”.

El cuarentón era extranjero pero sabía defenderse en español. Solo que pronunció tres frases que Pedro no quería escuchar: “No es tu problema”, “Yo hago lo que quiero con ellas” y “No me voy”. Pedro le arrancó de un manotazo la botella de ron, y cambió la amenaza: “¡Te mataré a botellazos!”. El cartagenero correteó al “gringo” durante 10 minutos por toda la playa. Eso bastó para que el sospechoso no regresara por allá jamás.

“Es que esos malditos merecen la muerte”, dice Padilla, moreno, 46 años y 1,80 metros de estatura. Su voz hace que todo suene a regaño, por eso es fácil sentirse intimidado. Hoy, como todos los jueves, alquila carpas en Castillo Grande. Pero, al mismo tiempo, integra una organización de vendedores informales que, por iniciativa propia, se dedica a detectar y frustrar cualquier situación que pudiera estar relacionada con la explotación sexual de niños en Cartagena.

La red se creó hace tres años y se llama Asociación Turística de Prevención de la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas yAdolescentes. Son 24, entre vendedores ambulantes, “minuteros” (alquilan teléfonos), músicos, guías turísticos y carperos. No tienen un protocolo de acción claro. “Un viejo que juega muy cariñoso con unas chicas que no conoce es sospechoso aquí y en China. Nosotros siempre estamos apartados, pendientes, viendo todo. Y cuando la cosa está clara, ahí saltamos y nos metemos nosotros, como sea, siempre”, comenta Pedro.

La iniciativa tuvo su germen en un diplomado que dictó en 2010 la organización Renacer, que trabaja la problemática en Colombia. Humberto Padilla, vocero de esta ONG, detalla que lograron instruir a 70 vendedores sobre el tema de la explotación sexual en la ciudad. Apuntaron a un eslabón clave: “El trabajador informal es el principal intermediario entre la víctima y el victimario, entre los menores de edad y los turistas. Queríamos romper con esta cadena del delito, que es de las más graves y sofisticadas de Cartagena”, explica el especialista.

La Secretaría de Participación y Seguridad Social de la Alcaldía de Cartagena recibió 410 denuncias vinculadas a la explotación sexual en 2014. Unicef ha resaltado en los reportes de los últimos tres años que Cartagena, Barranquilla y Medellín son las tres ciudades de Colombia más afectadas. Y el Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño alertó, en las sesiones de enero pasado, que Colombia es uno de los países con mayor explotación sexual infantil, informó Colprensa.

El impacto de la red de Pedro es modesto, reconoce Humberto Padilla. “Pero su iniciativa es una prueba valiosísima de cómo toda la ciudad se puede involucrar para detener a los delincuentes”. Cuenta que Renacer trabaja para que se repita este ejemplo en Barranquilla, Santa Marta y Medellín.

“Es que si yo fuera diputado… ¡Pena de muerte para todos esos bichos!”, insiste Pedro. Cuenta con orgullo que hace un mes espantó a otro “gringo”. El turista se le acercó confiado: “Quiero a una niña igualita a ella. ¿Dónde la compro?”. Su dedo apuntaba a una chica que, dice Pedro, era obviamente menor de edad. “¡Te volviste loco! ¿Qué vaina es esa? No sé cómo lo hacen en tu casa, pero en este país te meten preso. ¡Preso vas a ir!”. No fue necesaria la botella ni que lo persiguiera para que se fuera.

Pero todo no se ha quedado en gritos y amenazas. La red ha coordinado cinco denuncias en los últimos dos años que todavía la fiscalía distrital está por resolver. Todos los involucrados son colombianos. Explica que al menos dos pertenecen a grupos que buscan niñas para fotos o videos pornográficos. Su “gran victoria”, así la describe, es una condena de 38 años de prisión. No da muchos detalles porque es gente de su barrio, Flor de Campo. "Gente que creció con uno". El culpable tenía 36 años, y fue acusado en 2013 de violar a su hija de 14 años. "Una bestia, la mayor de las bestias".

No gana dinero por esto, pero dice que es su "trabajo de verdad". "Al final, nos convertimos casi en investigadores privados. El verdadero problema comienza en nuestros barrios y, claro, termina en la playa”. Pedro tiene 8 hijos, por eso tanto empeño: “Siempre pienso en que alguien puede tocar a los míos, y me hierve la sangre”. Promete seguir vigilante. “Tenemos una casa en el barrio que usa chicas para el porno. Lo sabemos y estamos trabajando. Y te juro por mi vida, y la de mis hijos, que esos malditos van a caer”. El carpero se persigna y dice “Amén”.


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